Por Magaly Preciado y Vanessa Garza
El pasado 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres y las Niñas, con el que se arranca la campaña global “16 Días de activismo contra la violencia de género”, bajo el liderazgo de ONU Mujeres. Es la ocasión perfecta para que los centros laborales consideren qué más pueden hacer para sumarse a la lucha para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres.
La violencia contra las mujeres es una violación a sus derechos humanos, un problema de salud pública, tiene origen en la desigualdad de género, y es un obstáculo para el desarrollo sostenible. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (2019), alrededor del mundo, una de cada tres mujeres ha experimentado violencia física o sexual por su pareja sentimental. Entre el 38% y el 50% de los asesinatos de mujeres son cometidos por sus parejas o ex-parejas sentimentales. Sin embargo, la mayoría de las mujeres sobrevivientes de violencia no denuncian ni buscan servicios de apoyo.
Les compartimos algunas recomendaciones para empresas que, desde sus estrategias de responsabilidad social, estén comprometidas con ser parte de la solución en el combate a las violencias que sufren las mujeres [1]:
Instaurar una política de tolerancia cero hacia cualquier forma de violencia en el entorno laboral que contemple los abusos verbales y físicos, así como el acoso y hostigamiento sexual.
Procurar el ofrecimiento de un seguro médico, protección social y cualquier otro servicio pertinente para las sobrevivientes de la violencia de género, y garantizar un acceso equitativo a todos los y las empleadas.
Mediante un acuerdo con el personal, identificar y tratar las cuestiones de seguridad, incluidos los traslados de las mujeres desde y hasta su lugar de trabajo, y todas las relativas al ámbito de actuación de la empresa.
Formar al personal de seguridad y a los directivos para que puedan identificar los signos de violencia contra las mujeres, y entender las leyes y las políticas empresariales relativas a la trata de personas y la explotación sexual y laboral.
Las empresas no están exentas de los impactos que genera la violencia contra las mujeres, sea ejercida dentro o fuera del lugar de trabajo. Una mujer víctima de violencia puede reducir su productividad o ausentarse de sus labores como consecuencia de las agresiones, comprometiéndose su desempeño profesional.
Como ejemplo de buena práctica para apoyar el combate a la violencia en el ámbito laboral, un grupo chileno de laboratorios ha creado una política anti-violencia en la organización, que incluye medidas concretas como la formación de un grupo de “monitores de primer apoyo”, conformado por trabajadores y trabajadoras que han sido capacitados para prestar atención a señales de que una trabajadora está viviendo una situación de violencia. La iniciativa incluye el apoyo a las mujeres víctimas, la evaluación del riesgo y formulación de planes de seguridad para proteger su integridad. De igual forma, las y los “monitores” han sido capacitados para identificar también conductas violentas en hombres, de modo que la intervención abone a la re-educación de hombres agresores.
La invitación está abierta para que más empresas busquen maneras de abonar al cambio cultural, proteger la seguridad y la vida de sus empleadas, y reducir los impactos y costos de negocio que genera la violencia de género contra las mujeres. Si no lo han hecho, es momento de asumir el compromiso. #AltoAlaViolenciaDeGénero
World Health Organization. (2019). RESPECT Women: Preventing violence against women. Geneva.
[1] Adaptadas de: Principios para el Empoderamiento de las Mujeres en las Empresas. ONU Mujeres; Red del Pacto Mundial en México. 2016.
ACCSE Equidad, Diversidad e Inclusión. mpreciado@accse.net, vgarza@accse.net.