Por Magaly Preciado y Vanessa Garza
Las prácticas empresariales de salud y seguridad impactan de diversa forma a mujeres y a hombres y lo seguirán haciendo mientras en nuestra cultura sigan vigentes estereotipos y roles de género, exista un acceso diferenciado a condiciones laborales para hombres y para mujeres, prevalezca una división sexual del trabajo, y en general, una participación económica y laboral que pone en desventaja a una amplia proporción de mujeres. Reconocer estas construcciones culturales y analizar las desigualdades sociales entre los géneros es lo que se conoce como Perspectiva de Género (PEG).
Como empresas comprometidas con la igualdad y la no discriminación, regularmente enfocamos nuestros esfuerzos a asuntos como el reclutamiento y desarrollo profesional de mujeres, la corrección de brechas salariales o la implementación de medidas de conciliación laboral-familiar. Pocas veces volteamos a ver cómo podemos transversalizar la perspectiva de género en nuestras prácticas de salud, seguridad e identificación de riesgos, desde nuestras áreas de EHS (Evironment, Health and Safety).
Aplicar la perspectiva de género al pensar en nuestras prácticas de salud y seguridad, nos ayudará a identificar las condiciones y limitaciones que viven hombres y mujeres de nuestra plantilla laboral para cuidar su salud, explorar cómo perciben los riesgos y su compromiso con la prevención de accidentes. La perspectiva de género se vuelve una herramienta para reforzar nuestra prevención laboral, y con ello tratar de reducir los cerca de 1,100 accidentes de trabajo que ocurren a diario en México (OIT).
Tener clara la segregación laboral en nuestra plantilla y los riesgos diferenciados por género, en términos de salud y seguridad, es el primer paso para aplicar la PEG. Por ejemplo, los hombres tienen alto riesgo de accidentes o lesiones en el sector minero, de construcción y transporte, mientras que las mujeres tienen alto riesgo al desempeñarse en líneas de producción dentro del sector maquilador. En el caso de riesgos en el trayecto al trabajo, las mujeres presentan mayor incidencia de violencia sexual, y los hombres mayor incidencia de agresiones físicas. Son solo algunos ejemplos para resaltar que, cuando establecemos medidas de prevención, no podemos asumir que una sola medida será igual de efectiva
para hombres que para mujeres, e incluso para todos los hombres o para todas las mujeres.
De modo que, como parte del rol de las empresas en la atención y prevención de la salud y la seguridad en el entorno laboral, es preciso medir el impacto diferenciado de las medidas de prevención, es decir, analizar la incidencia de accidentes y enfermedades con perspectiva de género.
Para el caso de la salud, por ejemplo, es importante difundir información sobre padecimientos y enfermedades propias de mujeres y de hombres, como es el cáncer de mama y cuello uterino, o bien el cáncer de próstata y testículo. Podemos utilizar el mes de octubre para promover la prevención del cáncer de mama, y el mes de noviembre para promover la prevención de cáncer de próstata, como se realiza desde hace algunos años con el movimiento Movember.
Si deseas conocer más información sobre estos temas, te invitamos a ver el Webinar: Salud Masculina en los centros de trabajo, donde compartimos información sobre el estado de la salud masculina en México y abordamos el rol de los centros laborales en la atención y prevención de riesgos de salud y seguridad con perspectiva de género.
Fuentes:
OMS (2011). Crear lugares de Trabajo Saludables y Equitativos para Hombres y Mujeres: Guía para Empleadores y Representantes de los Trabajadores.
Movember España. https://es.movember.com/
ACCSE Equidad, Diversidad e Inclusión:
mpreciado@accse.net, vgarza@accse.net.